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Dolce Vita en la Costa Amalfitana: Un viaje inolvidable

  • Foto del escritor: Núria Carballo
    Núria Carballo
  • 24 jul
  • 10 Min. de lectura
Positano
Positano

🌅 La Costa Amalfitana, sin filtros


Hay lugares que parecen diseñados para el deseo. Y luego está la Costa Amalfitana, que no necesita filtros porque ya lo tiene todo: acantilados que se lanzan al mar, pueblos que se aferran a la roca como joyas escondidas, y una energía que solo se entiende cuando la vives.

Llegué desde Barcelona volando a Salerno —sí, Salerno, no Nápoles— y, como buena amante de la carretera, alquilé un coche. Aviso a navegantes: conducir aquí es un deporte extremo, no apto para corazones blandos. Pero a mí me fascinó. Esa sensación de aventura con curvas imposibles, scooters volando por los laterales, y de fondo el azul del Tirreno.

Desde los primeros kilómetros supe que este viaje iba a ser distinto. La costa no se contempla: se recorre, se respira, se saborea. Cada curva revela una postal. Cada parada, una historia. No vine a soñar. Vine a vivir una vida de ensueño.


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✈️ Cómo llegar y moverse por la Costa Amalfitana


Mi viaje empezó en Barcelona, con un vuelo directo con Vueling a Salerno, que para mí fue la mejor opción: menos turistas, más práctico y directo a lo esencial. Desde allí, alquilé un coche —porque, lo confieso, amo conducir y no hay nada que me dé más adrenalina que una buena carretera con vistas.

Ahora bien… la Costa Amalfitana no es para conductores novatos. Las curvas son cerradas, los carriles estrechos, y los scooters parecen personajes de un videojuego. Pero si te gusta la aventura, cada kilómetro es una postal en movimiento.



También puedes optar por moverte en barco, lo cual es ideal si buscas una alternativa escénica y relajada. Algunas de las principales compañías que ofrecen rutas regulares entre Salerno y Amalfi (y otros puntos de la costa como Positano o Capri) son:

  • Travelmar – cómoda y muy puntual, con varios horarios diarios.

  • NLG (Navigazione Libera del Golfo) – perfecta para conexiones a Positano y Capri también.

  • Alicost – especialmente útil en temporada alta y para trayectos más largos.

  • Grassi Junior – empresa familiar con opciones de excursiones privadas y traslados personalizados.

Moverte en barco no solo es práctico, sino que te regala unas vistas impresionantes de la costa desde el mar. Te recomiendo reservar con antelación si viajas en temporada alta y combinar trayectos terrestres con marítimos para una experiencia completa.



🍋 Amalfi: aromas cítricos y elegancia italiana

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Llegar a Amalfi por mar es como entrar a una postal viva: el perfume a limón flota en el aire, las fachadas color marfil resplandecen con el sol y todo vibra con una elegancia discreta y relajada.

Para mí, Amalfi fue una experiencia sensorial completa. El primer recuerdo que me viene a la mente es su aroma. A limón, sí. Pero también a mar, a ropa tendida al sol, a historia. Aquí, la tradición y el encanto se sienten a cada paso. No tardé en perderme por sus calles estrechas salpicadas de pequeñas tiendas artesanas que venden desde sandalias hechas a mano hasta papelería en auténtico papel amalfitano.

Uno de los lugares que más me impactó fue el Duomo di Sant’Andrea, con su espectacular fachada de rayas negras y blancas, y su escalinata majestuosa donde locales y viajeros se sientan a observar la vida pasar. Justo al lado, el Chiostro del Paradiso ofrece un remanso de paz, con columnas árabes y frescos antiguos que te transportan a otra época.

No puedo dejar de mencionar las fuentes, que aquí no son solo decorativas:💧 La Fontana di Sant’Andrea, frente al duomo, perfecta para refrescarse con estilo.💧 Y la Fonte de Cape 'e Ciucci, una joya del siglo XVIII que aún conserva su carácter popular.

En el puerto, el movimiento de barcos ofrece la posibilidad de vivir Amalfi desde el mar: ya sea con excursiones privadas o salidas hacia otras joyas de la costa. Yo recomiendo hacer al menos un paseo al atardecer, cuando el sol empieza a teñir la costa de tonos dorados.

Y si hablamos de sueños... el Hotel Santa Caterina es, literalmente, un pedazo de cielo suspendido entre limoneros y vistas infinitas. Aunque no te alojes allí, un cóctel en su terraza vale cada minuto.



🌸 Positano: donde la belleza se desliza por cada escalón

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Llegar a Positano es como entrar a un cuadro impresionista en movimiento: casas en tonos pastel que se aferran a la ladera, buganvillas en flor colgando de balcones centenarios, y un mar azul que parece pintado a mano. La primera imagen que tuve desde la carretera fue tan impactante que tuve que detener el coche solo para observar y suspirar.

Cada rincón de Positano es una promesa de belleza, pero también un ejercicio de piernas: este pueblo se recorre subiendo y bajando escaleras, perdiéndose por callejuelas laberínticas y dejándose llevar sin rumbo. Y eso fue exactamente lo que hice. Sin mapas ni expectativas, me sumergí en el ritmo pausado de esta joya mediterránea.

Comencé el día en la Playa Grande, observando cómo las sombrillas se alineaban en perfecta armonía y los barcos se mecían con una calma envidiable. Muy cerca, la Iglesia de Santa María Assunta con su icónica cúpula de azulejos relucientes es otro de los símbolos del pueblo, y sin duda, uno de los lugares más fotografiados.

💫 Pero lo que realmente me conquistó fue el casco antiguo: lleno de boutiques exclusivas, galerías de arte y pequeños cafés donde cada rincón es un escenario de película. Por cierto, Positano es también moda: los vestidos de lino, los sombreros tejidos, las sandalias hechas a medida… todo parece haber sido diseñado para flotar entre estas calles.

Una de las experiencias más especiales fue la caminata por el Sentiero degli Dei (El Sendero de los Dioses). Las vistas desde lo alto cortan la respiración y hacen honor a su nombre: uno se siente pequeño, pero afortunado de estar allí.

No puedo dejar de mencionar el restaurante La Sponda, ubicado en el hotel Le Sirenuse. Aunque esta vez solo pasé a admirarlo, su atmósfera romántica iluminada por velas me dejó con ganas de volver. En cambio, almorcé algo mucho más sencillo: una lasaña casera en una pequeña trattoria escondida… que resultó ser, sinceramente, una de las mejores de mi vida. Positano tiene ese poder: convertir lo simple en sublime.

Y si buscas algo más íntimo, la Playa Fornillo ofrece un ambiente más relajado, menos turístico, pero igual de encantador.

Para terminar el día, subí a uno de sus famosos puntos panorámicos, con vistas sobre los tejados y el mar que se funden en el horizonte. El momento era tan perfecto que decidí no tomar fotos. Solo mirar. Solo estar.



💙Praiano: elegancia discreta frente al atardecer más bonito de la Costa Amalfitana

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Después del bullicio encantador de Positano, llegar a Praiano fue como exhalar profundamente. Este pueblo, más reservado y auténtico, tiene un ritmo distinto. Menos turistas, más calma, y una atmósfera de lujo silencioso que te atrapa sin que te des cuenta.

Lo primero que sentí fue la diferencia: aquí todo es más íntimo, más pausado. Las vistas al mar se disfrutan sin distracciones, los sonidos son los del viento y las olas, y los momentos parecen más tuyos. Elegí hospedarme en Casa Angelina, un hotel de diseño minimalista que parece flotar sobre el acantilado. Sus tonos blancos, sus esculturas modernas y el trato absolutamente exquisito crearon una experiencia tan elegante como envolvente.

Desde allí, descendí hasta la Marina di Praia, una pequeña cala encajada entre rocas donde el mar tiene un tono azul profundo, casi místico. Puedes llegar caminando o en barca… yo, por supuesto, elegí bajar a pie y sentir el calor de las piedras bajo los pies.

🌊 Desde el puerto salen excursiones en barco y pequeñas rutas para explorar cuevas marinas o bañarte lejos del mundo. Lo mejor es reservar una excursión privada al atardecer, con vino local y un buen acompañamiento musical. El reflejo del sol en las fachadas de las casas es oro líquido. No hay mejor escenario.

Una parada imprescindible fue Il Pirata, un restaurante sobre el mar donde el crujir de las olas acompaña cada bocado. El pescado fresco, la pasta con erizos de mar y el vino blanco de la zona hicieron que la cena fuera más que una comida: fue una celebración sensorial.

Praiano también tiene un lado artístico: pequeñas capillas escondidas, escalinatas decoradas con azulejos pintados a mano, y la Iglesia de San Gennaro con su majestuosa cúpula que brilla bajo el sol.

Y al caer la noche… ah, la noche. En ningún otro punto de la costa vi un atardecer tan impresionante como desde la terraza del hotel o desde el mirador de la Via Umberto I. El cielo se enciende en tonos naranjas y rosados, mientras el mar se tiñe de violeta. Es un momento que se guarda en la piel.

Praiano no grita, susurra. Y si lo escuchas, te roba el corazón.


🎥 Atrani: el secreto mejor guardado de la Costa Amalfitana

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Dicen que los grandes tesoros vienen en frascos pequeños, y Atrani es la prueba viva de ello. Con apenas mil habitantes y encajado entre montañas que parecen protegerlo celosamente, este diminuto pueblo tiene el alma intacta. Tan auténtico que parece congelado en el tiempo... o mejor dicho, hecho para el cine.

De hecho, no es casualidad que haya sido escenario de películas como El talento de Mr. Ripley o Equalizer 3. Y es que caminar por sus callejuelas, cruzar su plaza principal —la única que se abre directamente al mar en toda la costa— o perderse entre sus escaleras infinitas es como entrar en un fotograma perfectamente iluminado.

Yo llegué desde Amalfi, a pie. Son apenas 10 minutos caminando, pero el cambio se siente de inmediato. Atrani es silencioso, sin tiendas de lujo ni multitudes, solo ropa tendida al sol, niños jugando al balón y aromas caseros escapando de las ventanas.

Subí hasta la Collegiata di Santa Maria Maddalena, una iglesia encantadora con vistas privilegiadas al mar. La cúpula colorida y el campanario barroco son simplemente fotogénicos, pero lo que no se ve en fotos es la paz que se respira allí arriba.

📸 Cada rincón es de postal. Los arcos, los túneles de piedra, los balcones diminutos llenos de buganvillas… y ese sonido tan particular de las olas chocando contra el muelle mientras los pescadores remiendan sus redes. Atrani te envuelve, te baja las pulsaciones.

Comí en Le Arcate, un restaurante familiar frente a la playa, donde probé unos espaguetis con almejas y limón que me dejaron sin palabras. Todo aquí es de verdad. No hay impostura ni espectáculo. Atrani no pretende, simplemente es.

Por la tarde, me senté en un banco de la plaza con un gelato, viendo cómo los locales se saludaban por su nombre, y me di cuenta de que esto era el verdadero lujo: vivir lo auténtico, lo pequeño, lo olvidado por las guías… pero inolvidable para quien lo ha vivido.

Atrani no tiene la fama de otros pueblos, pero quizá por eso es más valioso. Es la Costa Amalfitana sin filtros, sin poses, sin artificios. Un lugar que te susurra secretos y te invita a quedarte… aunque sea solo con el corazón.



🛶 Fiordo di Furore: donde la naturaleza se vuelve escenografía

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De todos los lugares que visité en la Costa Amalfitana, el Fiordo di Furore fue, sin duda, el que más me hizo sentir pequeña frente a la grandeza del paisaje. No es solo una playa, ni solo un acantilado… es una garganta salvaje que corta la montaña en dos y esconde una pequeña cala de aguas esmeralda bajo un puente que desafía la lógica.

Para llegar, decidí hacerlo a pie, porque si hay algo que me apasiona casi tanto como los coches… son las rutas que te hacen ganarte la vista. Partí desde el pueblo de Furore y bajé unos 2,6 km de escaleras empinadas —¡una auténtica experiencia en sí misma!—, con cada paso regalándome vistas más impactantes.

La bajada es intensa, y el silencio solo lo rompe el canto de los pájaros o algún rugido lejano del mar. Pero cuando por fin se abre la vista al fiordo, el esfuerzo cobra sentido: frente a ti, una grieta de roca que alberga una playita estrecha de guijarros, con agua cristalina donde se mezclan tonos verdes y azul profundo. Y sobre todo esto… el icono del lugar: el puente de 30 metros de alto, donde cada verano se celebra una competición internacional de clavados (sí, saltan desde allí, ¡una locura!).

Lo que más me impactó no fue solo el paisaje, sino la energía del lugar. Es salvaje, misterioso, casi místico. Me senté un rato en la orilla, con los pies en el agua, a simplemente contemplar lo maravilloso de estar entre esas rocas.

La subida, por supuesto, fue una pequeña odisea. Si decides vivir esta experiencia, ¡prepárate! Es solo para valientes (o para quienes no tienen miedo a los escalones eternos). Pero si lo tuyo no es caminar, puedes llegar en barco desde Amalfi o Positano. De hecho, muchas excursiones en lancha privada o en grupo hacen parada en el fiordo, y es una forma perfecta de descubrirlo sin sufrirlo tanto como yo 😅.


📍 Sugerencia: Si te gusta la aventura, puedes reservar en Mare Divino Charter o Amalfi Sea Service , empresas que organizan excursiones en barco con parada en este punto mágico.

Para mí, el Fiordo di Furore fue un momento cinematográfico, una escena de película que viví en piel propia, y que me recordó que el lujo no siempre está en el mármol ni en las estrellas… a veces está en el agua helada y pura de un rincón escondido entre las rocas.



✈️ Salerno: el punto de partida… y de regreso

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Después de días de exploración, emociones, y paisajes de postal, llegó el momento de despedirme de la Costa Amalfitana. Pero no sin antes disfrutar de una última parada: Salerno, una ciudad a menudo pasada por alto, pero que me sorprendió por su autenticidad y su tranquilidad tras el torbellino turístico de los pueblos más conocidos.

Llegué al aeropuerto de Salerno-Costa d’Amalfi, mucho más cómodo y cercano que el de Nápoles, sobre todo si estás alojado en la zona sur de la costa. Para quien busca comodidad y evitar largas horas de traslado, volar desde o hacia Salerno es una opción estratégica que recomiendo totalmente. Y aunque el aeropuerto es pequeño, funciona muy bien, y permite comenzar (o terminar) el viaje sin estrés.

Aproveché mis últimas horas en la ciudad para pasear por el lungomare (el paseo marítimo), disfrutar de un buen espresso frente al mar, y comprar algún recuerdo local —limoncello, por supuesto, y cerámica pintada a mano— antes de regresar a casa.

Mientras despegaba el avión, con el mar resplandeciendo bajo las alas, pensé que esta experiencia había sido mucho más que unas vacaciones: fue una inmersión en la elegancia italiana, una celebración de los sentidos, y una forma de recordar por qué viajar es vivir.



¿Conclusión?

La Costa Amalfitana no es solo un destino: es una sensación. Es una carretera de vértigo, una mesa frente al mar con vino blanco frío, un barco deslizándose entre acantilados, un atardecer desde un hotel de ensueño. Es ese lugar donde la vida se saborea sin prisa y con todos los sentidos.

💌 Y si estás pensando en visitarla… no lo sueñes, vívelo.

📍 Guarda esta guía si te ha inspirado, compártela con quien sueñe con la dolce vita, y… prepárate para enamorarte tú también.









 
 
 

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